sábado, 11 de febrero de 2012

Aquellos (maravillosos) años.

El otro día me preguntaba un amigo cual fue mi relación más significativa, la que más me ha marcado a lo largo de mi vida, la que jamás podré olvidar. Y aunque la pregunta es muy fácil de contestar para mí, no lo es sacarla a la luz y reconocer que tras fracasar estrepitosamente, no he sabido recuperarme del golpe. 
Todas las relaciones que haya podido tener, sean más o menos duraderas o serias, como inconsistentes y fugaces, todas han dejado una huella en mí. Al menos siempre he tratado de sacar lo más positivo de ellas, aunque esto fuese que lo positivo era salir de las mismas. Pero la relación de la que hablo ocurrió hace ya mucho, y cómo todos los recuerdos de los acontecimientos pasados, tendemos a idealizarlos, a sublimar lo positivo que nos aportó y eliminar lo negativo. 
Ahora trato de acordarme de lo negativa que acabó resultando para mí. De las muchas cosas buenas que me perdí por centrarme en una relación que si, me llenaba a nivel sentimental, pero me iba vaciando a el resto de los niveles. Perdí amigos, casi familia.. y no hablemos de autoestima y sensatez, esas las perdí por completo cuando acabó todo. Tras varios años de entrega absoluta me encontré con las manos vacías y el corazón roto. Me costó recomponer lo suficiente mi corazón cómo para seguir para adelante. Y ahora, muchos años después me encuentro pensando que esa ha sido mi mejor relación, la que más me ha marcado, la que más echo de menos.. Valiente tontería!!
Tras pensarlo un momento, no muy detenidamente.. Me doy cuenta que las relaciones que la siguieron fueron todas mucho mejor, que me aportaron más y que me han dejado grandes amigos como regalo. 
Pero el ser humano tiene un punto de masoquismo que es inevitable y las mujeres tendemos a multiplicarlo por diez a la mínima ocasión que se nos presente. Qué nos gusta un drama! Y por eso, la relación que a la postre más daño nos ha hecho, más nos ha esquilmado las energías, más nos ha vaciado el alma, esa, y sólo esa, es la que recordamos con más agrado. Será que el desamor al que cantan tantos músicos es más llamativo e interesante que el mismo amor?
No pretendo hacer con esto una catarsis de mí misma y tratar de entender porqué aún a sabiendas de que no debería dedicarle más de diez segundos al mes en recordarla, no puedo evitar sonreír cada vez que me acuerdo de aquellos (maravillosos) años.
Es incoherente, lo se.. Pero me encantaría poder volver a verle y tomar un café y hablar de aquella época, quizá así, pusiese blancos y negros en una relación que yo sigo viendo en color rosa.

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