Y mientras Atenas arde, en otra parte del mundo se llora la muerte de Whitney Houston.
En Grecia se rebelan y salen a la calle para quejarse de los exhaustivos recortes que desde el gobierno, el Banco Central Europeo y demás organismos con la suficiente relevancia para ordenarlos, les dicen que han de hacer.
En Los Ángeles se llora por la voz que sacaba brillo a todas las notas que en una partitura se pudiesen escribir para forman una canción, se llora por la mujer que sabía hacer de una canción un himno, por la que supo pasar del coro de la iglesia a llenar estadios.. Por la que no supo computar su éxito y aceptar el fracaso de su matrimonio. Por la que buscó refugio en las drogas.
En Grecia salen a las calles porque los sueldos se reducen, los impuestos aumentan y la calidad de vida se va por el retrete como los deshechos de un yogur. Otrora la cuna de la civilización moderna, cuna de filósofos y pensadores, artistas, decanos de la razón; se ve ardiendo tanto por las llamas que consumen sus edificios, como por el ánimo encendido de sus habitantes, que impotentes ven como sus vidas son mermadas de calidad en base a años de robos, mangoneos, mentiras y fraudes por parte de su comunidad política. La misma que ahora les exige el esfuerzo ímprobo de pasar penurias e incluso hambruna para poder seguir formando parte de un sueño que, según mi opinión, cada día parece más lejos de ser algo plausible. Del sueño de ser Europa.
Whitney muere a los 48 años, deja una hija, cientos de millones de discos vendidos y miles de millones de recuerdos en las retinas de millones de personas que han tarareado con mayor o menor acierto sus canciones. Deja un mundo de sufrimiento que para ella hubiese podido ser gratuito, podía tenerlo todo. Los royalties de sus canciones bastarían y sobrarían para asegurarle una muy buena vida hasta el final de sus días, tanto el de ella cómo el de sus descendientes. A sus 48 años ha dejado de latir su corazón que tanta sangre ha bombeado para seguir día a día con su sufrimiento interior y su deterioro exterior.
Mientras tanto en Grecia, la "Troika" que decide cuales son los ajustes necesarios para poder acceder al último tramo del rescate de 130.000 millones de euros y con eso evitar la bancarrota, observa, no sin cierto desaliento, cómo los griegos se tiran a las calles a protestar. Pero se plantea la siguiente duda: "Si queréis el dinero para que podáis seguir funcionando tendréis que aceptar las condiciones que os imponemos. Habéis vivido de los Fondos Europeos durante muchos años y ahora toca renunciar a todo eso y mucho más ¿Seréis capaces de aceptarlo?".
Serán capaces los griegos que tanta luz y brillo sacaron de sus islas capaces de sobrevivir a la decadencia en la que se han sumido, serán capaces de computar su fracaso y remontar.. O su corazón dejará de latir.
Serán la Whitney brillando de nuevo, o la Whitney hundiéndose y tirando la toalla.
Sólo espero que los griegos tengan la capacidad de renacer como lo que siempre han sido, un pueblo destinado a las más grandes hazañas. Y que a sabiendas de que esta es, con diferencia una de las más grandes gestas a la que se enfrentan, lo hagan con unión y fuerza.
Mientras, en el Olimpo de los dioses Whitney Houston es laureada cómo voz de dioses, cómo musa de artistas, cómo diosa con luz propia. Así pues, el consuelo que nos deja es que siempre brillará.
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